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Patricia Beltrán

Profesora de danza

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Ser bailarina en Egipto

Parece que es el sueño de todas las que amamos la danza oriental, ¿verdad?

Pasamos años formándonos y mejorando la técnica, cogiendo tablas para conseguir seguridad sobre el escenario. Soñamos con poder pasar una temporada bailando en Egipto, la cuna de la danza oriental.

Lamento ser yo la que haga esfumarse el sueño, pero la realidad del mundo del arte en Egipto nada tiene que ver con la de otros países.

Aquí consideramos arte a la música y el baile. Es una profesión bastante respetada, y la gente va al teatro a ver los espectáculos con admiración. Valoramos el esfuerzo que hay detrás y sabemos las horas de ensayo que hay detrás de cada minuto sobre el escenario.

Debería ser así en todas partes, ¿no crees? Ser bailarina es duro y exigente, y, aun así, la mayoría de las veces no está bien pagado. De hecho, muchas veces no está pagado. Hay personas que lo consideran un hobby y no una profesión, qué pena. Pero no es el tema de hoy, volvamos a Egipto.

En Egipto la cosa cambia. Y bastante. Lejos de ser un arte, está mal visto ser bailarina, es una deshonra para la familia y motivo de burla y rechazo social. Está mal visto incluso ser músico. Lo curioso es que, por la noche, los locales que ofrecen espectáculo de danza oriental están llenos.

Por desgracia, siempre ha sido así. Si echamos la vista atrás, a la época dorada de las bailarinas, entre los años 40 y 70, nos damos cuenta que sus vidas han sido una tragedia por dedicarse a su pasión.

Me viene a la cabeza, el caso de Samya Gamal. Su madre fallece cuando ella tiene cinco años. Su padre se casa de nuevo, y la madrastra le maltrata toda su infancia. En 1938, con 14 años, no aguanta más la situación y se escapa a El Cairo a casa de su hermana mayor, la cual, al poco tiempo, le empieza a tratar mal y le obliga a hacer todas las tareas de la casa. Samya descubre su pasión por el mundo de la danza y el cine y discute con su hermana. La hermana avisa al padre y poco después, el padre aparece. Tras agresiones y enfados el padre le corta el pelo a Samya, para humillarle. Para evitar pasar vergüenza se coloca un pañuelo en la cabeza tapando el pelo, y, para su sorpresa, se convirtió en la nueva moda del barrio.

Siempre ha sido mal visto, pero últimamente, sobre todo con el gobierno de al-Sisi, mucho más. Gamal Abdel Nasser fue presiente desde 1952 hasta que fallece en 1970. Nasser crea en 1955 las leyes que regulan la danza del vientre en Egipto.

Muchos de los artículos de esta ley son ambiguos y se pueden interpretar de varias formas. Durante los gobiernos de Sadat, Mubarak y Mohamed Morsi, se han aplicado de forma bastante suave. Pero desde 2014 gobierna el militar Abdul Fatah al-Sisi y su interpretación de las leyes sobre la danza del vientre es bastante dura. Además, ha aumentado el control sobre las actuaciones de baile con la excusa de proteger la moralidad del país.

En la época dorada, las instituciones protegían y respetaban el arte y con esta evolución que está teniendo la profesión, lo que ocurre es que cada vez hay menos bailarinas egipcias. En los años 40 había unas 5000 y ahora están en torno a 100.

Las bailarinas extranjeras se arriesgan a ser multadas y deportadas a su país de origen, pero las egipcias pueden ser juzgadas y encarceladas. También corren la misma suerte las cantantes, por ejemplo, en 2018, la cantante Laila Amer fue condenada a dos años de prisión por “libertinaje e inmoralidad”, al subir un vídeo suyo a las redes sociales cantando y bailando de forma “demasiado provocativa”. La misma suerte corrió otra cantante, Shyma, por aparecer en un videoclip en ropa interior.

Tal y como están las cosas, cada vez hay menos bailarinas egipcias y más extranjeras, y no es de extrañar.

Hay otra cosa que está ocurriendo en los últimos años en Egipto. Hay muchos night clubs, que son locales tipo discotecas que abren por la noche y que ofrecen espectáculo con bailarina.

Hay numerosos vídeos en redes sociales de estos locales y, siempre, están llenos. Suelen ser bailarinas extranjeras y, algunas de ellas, bailan de forma demasiado explícita, para mi gusto. Son los dueños de varios de estos locales los que exigen esta forma de moverse para tenerlo lleno cada noche. Las actuaciones se hacen encima de la barra, el traje debe tener poca tela, y hay que moverse de forma provocativa. Lo que faltaba para que esta danza sea aún menos respetada.

Me entristece esta forma de desvirtuar la danza oriental. Para mí, es un arte, es elegante y muy digno, y voy a poner mi parte para que siga siendo así. Si queremos que sea una danza respetada, es labor de todas conservarla bien.

Parece increíble que hablemos del mismo país para asuntos tan opuestos, pero esto es Egipto, país de contrastes.

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