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Patricia Beltrán

Profesora de danza

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Por qué soy maestra de danza oriental

Este post lo quiero dedicar a mis alumnas a lo largo de estos más de 20 años dando clase. Ellas son las que me han enseñado de verdad. Con los maestros se aprende, pero con las alumnas se comprende. Son cosas diferentes y complementarias.

“Con las profesoras se aprende, pero con las alumnas se comprende y se integra.”
Patricia Beltrán

A enseñar se aprende enseñando, en primera línea del campo de batalla. Cuando esa alumna te dice que expliques otra vez el camello porque no le sale y quieres meterte debajo de la tierra. Cuando te preguntan si esa canción que suena es de Hossam Ramzy y no tienes ni idea. Y así, un montón de frases y preguntas que tememos al principio. ¿Te ha pasado?

Hay que atravesarlo, no nos queda otra. Poco a poco pasa el tiempo, y te vas dando cuenta que cada vez eres capaz de responder a más cosas con más soltura. Hasta que ya, apenas hay dudas que no sepas responder en el momento.

Mi primera clase

Tuve oportunidad de dar clase muy pronto y con lo que amaba esta danza tuve que decir que sí. Llevaba solo dos o tres años bailando y realmente sabía pocas cosas. Si ahora echo la vista atrás, diría que no sabía nada de nada.

Estaba viviendo en Madrid y hacía mis prácticas de la carrera en una empresa de mobiliario de oficina. Uno de los comerciales iba a dejar el trabajo para abrir una galería de arte en Lavapiés y quería ofrecer clases regulares de algunas actividades. Me había visto bailar en una cena de la empresa y quería que yo diera las clases de danza oriental. Y allá estaba mi yo de 20 años, con más ganas de bailar que de vivir, dispuesta a embarcarme en la gran aventura. Realmente, no tenía ni gota de miedo, solo ganas.

Bailé por supuesto en la inauguración del local y esa primera clase es uno de los momentos que guardo como un tesoro en mi corazón. Fui guiada perfectamente para dar una clase maravillosa de forma muy airosa, como si lo hubiera hecho toda mi vida. Me sentí muy cómoda. Y bendecida de poder hacer algo que me llenaba hasta arriba mi corazón.

Fiesta de inauguración de Artépolis

Las alumnas quedaron encantadas porque todas las que vinieron a probar se apuntaron y varias trajeron a sus amigas. Al terminar, tenían mil dudas sobre cómo había aprendido y querían pasar más rato conmigo. La magia de la danza había pasado esa tarde con todas nosotras y se respiraba en el ambiente.

A pesar de esa primera clase estupenda, después hubo muchas preguntas que me hicieron buscar dentro de mí las respuestas. Veo cómo haces el camello, pero, ¿puedes por favor explicar exactamente qué haces? Así empieza una a analizar cada músculo en cada movimiento para dar respuestas.

Mi investigación

Como además soy muy cuadriculada y necesito entender y comprender perfectamente cada paso me sirvió en este análisis exhaustivo. Hasta ese momento había tenido varios profesores aquí en Pamplona y después en Madrid, pero nunca me habían explicado con mucho detalle cada cosa. Pero yo sentía que era necesario profundizar y saber explicar de forma muy concreta. Si quería ser buena profesora, debía empezar por ahí. Y me dediqué en cuerpo y alma a sentir cada paso para saber transmitirlo después a mis alumnas.

También quería saber hasta dónde llegaba cada tema de la danza oriental. Quería tener claro cuántos pasos distintos había y cuántas variaciones de cada uno, qué ritmos existen, folclores, elementos, etc. Era una tarea compleja porque no hay información ordenada como me hubiera gustado a mí.

Así que decidí ir apuntando yo misma todo lo que sabía y fui añadiendo muchos más datos conforme descubría más cosas. Creé mi propia enciclopedia, que para mí es un gran tesoro. Es lo que comparto en los apuntes de la Formación Profesional y estoy también trabajando para convertirlo en un libro que puedas tener en tu biblioteca.

El tiempo que viví en Madrid, hasta diciembre de 2005 seguí dando varias clases en aquél centro de Lavapiés. Nada me hacía más feliz. Cuando sientes la magia de la vocación no hay duda ninguna.

Abro mi propia Escuela

Volví a Pamplona tras 4 años en Madrid y empecé a trabajar ayudando a mi padre. Por las tardes busqué varios sitios para seguir dando clase que era lo que me realmente quería. Y pocos meses después una escuela de danza quiso cobrar vida de mi mano. Lo expreso así porque realmente no era algo que yo me hubiera planteado. Vamos a decir que surgió, que los astros se alinearon y que las circunstancias de la vida me llevaron a abrir una escuela.

Soy una aries bien valiente, y si siento dentro que tengo que hacer algo, lo hago. Era mayo de 2006 cuando la idea llegó a mi vida y rápidamente me puse manos a la obra con el arquitecto. El local en el que tenía que hacerlo era una nave industrial vacía, y había mucho trabajo por hacer. Como julio en Pamplona es un mes casi inhábil por los Sanfermines, hasta agosto no pude empezar las obras.

Fue un verano muy estresante para mí y para toda mi familia que se volcó por completo. Por fin, el 16 de octubre abrí las puertas, más feliz que una perdiz.

 Y aquí estoy, 16 cursos después, sentada en la recepción escribiéndote. Tengo el trabajo más maravilloso del mundo y puedo decir con seguridad que me llena.

Ahora mismo tengo una experiencia como maestra maravillosa, soy capaz de transmitir a mis alumnas esta danza con mucha profundidad, dando explicaciones muy claras y concretas de cada paso. Como dicen mis chicas; “Haces que todo parezca fácil”.

Creo que cada vez debo hacerlo cada vez mejor, porque te aseguro que mis alumnas de iniciación de cada curso, aprenden más en menos tiempo. Percibo una evolución cada vez más rápida en mis alumnas de todos los niveles, pero con las que empiezan de cero se ve muy claro.

Quiero dar las gracias a todas las que han pasado por mis clases, poco o mucho tiempo, a las que les he marcado un antes y después en la vida, a las que no les he gustado tanto y a las que siguen aquí conmigo después de muchos años. Con ellas he aprendido a enseñar y he aprendido a aprender. Les debo mucho.

Como reflexión final quiero hacer un apunte más. Sé que hay muchas que prefieren solo ser bailarinas y otras que solo quieren ser profesoras, pero creo que son dos caras de la misma moneda. Y aunque luego te especialices en una de las dos cosas, hay que probarlas para poder tener una visión más global.

El escenario me encanta, los trajes, las luces y el aplauso del público, pero si tengo que elegir, me quedo siendo maestra y viendo crecer a mis alumnas.

Cuéntame, ¿das clases o te gustaría? ¿cómo ha sido tu experiencia?

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