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Patricia Beltrán

Profesora de danza

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Espectadora y participante

Alicia ha sido alumna mía durante varios años. Había bailado algún tiempo en otro sitio y llegó a mis clases de forma muy tímida y discreta.

Es una mujer única, valiente y muy especial, aunque ella aún no es muy consciente de todos los tesoros que hay en su interior.

El año de la pandemia tuvo que dejar de bailar por un problema de espalda, pero siempre hemos estado en contacto. Ella es un gran ejemplo de superación y de amor por la danza. Sé que la danza oriental ha sido un fuerte pilar en su vida y ojalá pueda volver a bailar algún día.

El blog de hoy es suyo, de sus reflexiones de todo lo que supone actuar en un festival: preparar coreografía, vestuario, nervios, compañerismo y purpurina. Que disfrutes de sus palabras:

Espectadora y participante

Siempre me ha encantado la danza oriental. En este lugar hace años no había espectáculos, ni menos clases para aprender…

Hasta que empezaron a surgir algunas personas, que, conociendo este arte mágico, lleno de belleza, matices y expresividad, comenzaron en unos pocos lugares.

En cuanto me enteré de la existencia de algunos festivales, fui a admirarlos, emocionándome con ellos. Por casualidad, me enteré de que había algunas personas y lugares que impartían clases, debo decir que unos desafortunados, y más tarde, otros con gran maestría.

Al cabo de unos años comenzó mi aprendizaje en serio, y poco a poco llegué a hacer una actividad, que por mi personalidad retraída (nunca he sido capaz ni de hablar en público) jamás hubiera imaginado: participar insegura, tímida y nerviosa en festivales, procurando pasar desapercibida, como siempre en mi vida.

Un recorrido desde ese aprendizaje en el que puse todo mi empeño para hacerlo cuanto mejor posible para mi propia satisfacción de lograrlo, y el talante perfeccionista que tengo… hasta la actuación en sí.

Los avances paulatinos, los ensayos minuciosos de las coreografías, la preparación de los trajes, hasta tras los meses, llegar el festival.

Al publicarse el evento, un mes antes, era como una cuenta atrás para el día señalado.

Al llegar al lugar con los trajes, entrar en los camerinos, maquillajes, ropa, repasos previos antes de salir, mirando el letrero con el orden de las intervenciones y quienes hacíamos más de una, calcular el tiempo para cambiarse…

Y empieza el espectáculo, ya está el público sentado en las butacas, concentración mental al salir al escenario sigilosamente, y por fin, a escena.

También es otro mundo, empezamos a bailar con o sin elementos (velos, abanicos, etc.), las señales entre compañeras si había algún desajuste, los focos deslumbrantes… Yo no miraba al público, inmersa en mí misma.  Una emoción enorme, y al terminar, salir para que entrase el grupo siguiente, recogiendo los elementos si los llevábamos, y a comentar cómo había quedado, sin descuidar cuándo tocaba la próxima coreografía para cambiarnos a tiempo.

Quiero mencionar el detalle de las visitas entre camerinos y compañeras, los ánimos mutuos, las bromas, y las miradas furtivas al grupo que bailaba en otros momentos, silenciosamente, porque de fuera de las bambalinas se oye todo.

No olvido la salida para la despedida final, entre alegría, abrazos, aplausos… Maravilloso.

Al terminar, nos vamos todas, y unos días después, vemos el video grabado del festival, y yo al menos, siempre me sacaba defectos, y quería haberlo hecho perfectamente.

En fin, una multitud de experiencias gratificantes, desde el principio hasta el final.

Muchas gracias, Patricia.

Que seáis muy felices con la danza, contemplando o participando.

Aisha

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