Foto del avatar

Patricia Beltrán

Profesora de danza

Publicado el 2 comentarios

Danza oriental y autoestima

Hay algo que me apasiona profundamente de la danza oriental, y no tiene que ver solo con el escenario, la música o la técnica.

Tiene que ver con lo que sucede dentro de ti cuando la dejas entrar en tu vida.

Porque sí, esta danza transforma. A mí me convirtió en mi mejor amiga, me hizo sentir por primera vez poderosa, misteriosa, elegante y femenina.

Vamos a profundizar en las maneras que tiene esta danza de aportar brillo a nuestra vida.

El poder del espejo

Te voy a contar algo personal.

Cuando empecé a bailar, no soportaba mirarme al espejo. Me daba vergüenza, me sentía incómoda, me sentía indigna. Era muy joven y fue en mis primeras clases donde descubrí que tenía una mala relación conmigo misma.

Y mi profesora lo notó enseguida. Me lo dijo, con cariño pero sin rodeos. “Tienes que mirarte”, me dijo. “Mira qué pelos tengo hoy, pero no importa, me gusto igual. Mira lo que sé hacer.” y dio varios golpes de cadera mirándose con mucha aceptación.

Recuerdo ese momento como si fuera ayer.

No fue de un día para otro. Pero poco a poco, muy poco a poco, empecé a mirarme con mejores ojos. A encontrar cosas que me gustaban. A reconocerme. A disfrutar de mí.

Esta danza me ayudó a mejorar la relación conmigo misma. Me reconectó con mi cuerpo y con una versión mía que sí quería ver. Que sí era digna. Que sí merecía mi atención.

Y ese cambio, desde dentro, fue la base de muchas otras cosas.

El poder de la seducción

Cuando me preguntan si la danza oriental es para seducir siempre digo que sí, lo tengo clarísimo.

Es para seducirse a una misma. Cuando bailas, bailas para ti. No hay nadie fuera a quien seducir. Todo va de una misma. No tengo duda de que este es el camino.

Un viaje de vuelta al interior de nuestros cuerpos. A enamorarnos de lo que somos, a pesar de los pelos que tengamos ese día.

Tu cuerpo, tu casa

Bailar danza oriental es aprender a habitar tu cuerpo con presencia. Cada clase, cada práctica, cada coreografía es una oportunidad de reconectar contigo.

Pasamos la mayor parte del tiempo fuera del cuerpo. Por la calle somos cuerpos andando mientras nuestra mente está repasando la lista de la compra o preparando una conversación difícil que tenemos pendiente con alguien.

Rara vez habitamos nuestro cuerpo de forma consciente y es necesario. La danza es meditación en movimiento, es una bella manera de habitar y disfrutar de nuestro cuerpo en el momento presente.

Bailar también es sanar

No sé si te ha pasado, pero muchas veces, al bailar, afloran emociones.

De repente, un camello te lleva a soltar algo que llevabas guardado. O una canción melancólica despierta un nudo en el pecho que ni sabías que estaba ahí.

El vientre es el lugar donde guardamos todo lo que no hemos llorado, lo que no hemos dicho, lo que no hemos gritado, etc. Por eso, al empezar a bailar danza oriental ayudamos a liberar todo lo no resuelto. No sustituye a un psicólogo, si ves que es necesario, pero creo que ayuda mucho en varios aspectos.

La danza oriental tiene esa magia: te mueve por fuera, pero también por dentro.

Y en ese movimiento interno, sin forzar, sin pretender, se libera lo que pesa. Se suelta lo que ya no hace falta. Y en su lugar, llega ligereza, alegría, calma.

Elegancia, feminidad y presencia

Esta danza nos enseña a caminar con más gracia, a movernos con más elegancia, a habitar nuestra feminidad desde un lugar muy propio, muy nuestro.

No para gustar a otros. No para encajar en ningún molde.

Sino para reconocernos en ese espejo y decirnos: “sí, así soy, y me gusto”.

Cuando una bailarina se siente segura de sí misma, no hay coreografía más bella.

Y lo curioso es que no tiene que ver con la perfección. Tiene que ver con la verdad de lo que transmite.

Porque bailando no podemos mentir, solo podemos mostrar quien realmente somos.

Una red que sostiene

Las clases de danza también nos regalan otra cosa maravillosa: comunidad.

Ese espacio que compartimos con otras mujeres que están en su proceso, que se ríen, que se frustran, que se superan. Es un círculo de apoyo, de sororidad, de impulso.

Y cuando estás en un grupo donde todas crecen, se respetan y se animan… pasa algo mágico: avanzas más rápido, con más alegría, y con más confianza.

Me encanta ver grupos de alumnas que con el paso de los años superan retos, pasos complejos y coreografías retorcidas juntas.

Porque la autoestima también se cultiva en comunidad.

Bailar para quererte

Cuando bailas, te colocas en tu centro. No por ego, sino por amor propio.

Bailar danza oriental no es solo moverse bonito. Es mirarte con ternura, aceptarte con todo lo que eres, y celebrar tu cuerpo como el instrumento sagrado que es.

Es un acto de agradecimiento hacia ti misma.

Así que la próxima vez que te pongas frente al espejo, recuerda esto: no estás ahí solo para aprender pasos. Estás ahí para reencontrarte contigo.

Y ese encuentro, créeme, es transformador.


¿Te ha pasado algo parecido? ¿Qué ha significado para ti esta danza en tu autoestima? Ya ves que yo solo puedo hablar maravillas de esta danza mágica.

Me encantaría leerte. Cuéntamelo en los comentarios y sigamos compartiendo juntas este camino transformador.

2 comentarios en “Danza oriental y autoestima

  1. Krystel Maldonado

    Empeze a bailar a los 15 a modo de ocupar mi mente, habia terminado con mi primer novio. Poco a poco empece a vivir la danza, esa pequeña chispa se fue incrementando desde ese entonces experimente levemente todo lo que cuentas en el post. Pero recien ahora el 2025 es cuando realmente la estoy entendiendo a profundidad y la estoy viviendo, estoy empezando a habitarme, a seducirme yo antes que a alguien mas, y lo mas importante me estoy viendo, realmente me estoy viendo y eso no tiene precio.

    1. Patricia Beltrán

      Qué bonito lo que dices, Krystel, gracias por tu comentario. Un testimonio más de que la danza oriental es terapéutica y que nos ayuda a encontrarnos con nosotras mismas. ¡Maravilloso!

Deja una respuesta