
Los brazos determinan el nivel de tu danza. Cuanto antes asumamos esta realidad, antes les prestaremos más atención.
Puedes tener una cadera increíble, una musicalidad afinada, una coreografía preciosa… pero si tus brazos no están bien colocados, si se mueven las manos constantemente de forma nerviosa o si los dejas muy estáticos, estropean el conjunto.
Aquí te dejo cinco claves prácticas que puedes aplicar desde ya para que tus brazos sumen y no resten.
Resumen
1. Imagina que los brazos nacen desde el esternón
No desde el hombro. Desde el centro del pecho. Como si fueran las alas de un pájaro que se abren desde dentro.
Este cambio de enfoque lo transforma todo:
- Eleva la energía de tu torso.
- Hace que el brazo tenga dirección, presencia y expansión.
- Ayuda a conectar el movimiento con tu centro.
- Te da mucha más presencia.
Y no solo se ve mejor: se siente más integrado. El brazo deja de ser algo suelto que “acompaña” y se convierte en parte del mensaje.
2. Coloca una pelotita imaginaria en cada axila
¿Has notado cómo a veces se nos pega el brazo al cuerpo? Sobre todo, cuando estamos concentradas en los pasos.
Solución: imagina que tienes una pelotita pequeña en cada axila. No puedes aplastarla. El brazo tiene que “flotar”, estar separado, pero sin rigidez.
Este pequeño truco te da:
- Espacio visual.
- Líneas más armoniosas.
- Una imagen más profesional y elegante.
Y si alguna vez dudas de si lo estás haciendo bien… grábate y observa tus brazos al bailar.
3. Las manos solo se mueven cuando toca
Un error muy habitual: las manos se mueven todo el tiempo sin darnos cuenta. A veces pasa por los nervios, pero cuidado que no se convierta en hábito.
Y eso, en escena, distrae muchísimo. El público no sabe dónde mirar. Pierde el foco.
Recuerda: cada parte del cuerpo no debe estar haciendo su propia coreografía. Si los brazos hablan, la mano escucha. Si la mano habla, todo lo demás la acompaña.
No es rigidez, es intención. Las manos deben estar vivas, pero no descontroladas.
Hay momentos para que cada parte del cuerpo tenga su protagonismo. Para brazos y manos alguna parte suave y elegante de nay, por ejemplo.
4. Nada de kárate: suavidad siempre
La danza oriental tiene fuerza, claro que sí. Pero es una fuerza desde la fluidez, no desde la rigidez.
Haz las transiciones de brazos con suavidad y dulzura, aunque la cadera esté haciendo golpes. Esa potencia de la cadera no debe transmitirse en los brazos ni en la expresión de la cara, son partes que debemos cuidar.
No se trata de que todo sea lento. Se trata de que cada movimiento tenga armonía.
5. Coloca bien los brazos siempre
Muchas veces veo brazos que empiezan bien colocados… pero en cuanto la alumna tiene que concentrarse en algo complejo, son los primeros que caen en el olvido.
Las manos pierden vida, los dedos se recogen y los codos se caen. Es como si la persona no se sintiera segura de lo que está haciendo y trata de encogerse para ocupar menos espacio y no ser vista.
No importa si no estás segura de lo que estás haciendo porque estás memorizando y practicando. Los brazos no son negociables, colócalos bien siempre.
Te voy a decir la razón: el cuerpo tiene memoria celular y graba el movimiento, combinación, coreografía o lo que sea tal y como lo hacemos. Cuantas más veces lo practicamos, más firme lo graba.
No pretendas ensayar con los brazos caídos pensando que luego en el escenario los vas a colocar bien. El cuerpo se colocará como lo haces habitualmente.
En resumen:
Para concluir, una síntesis de cómo puedes hacer que los brazos sumen a tu favor:
- Imagina que los brazos nacen en el esternón, para que los proyectes más lejos. Involucra el torso en tus movimientos.
- Coloca una pelotita imaginaria en cada axila para evitar que los brazos se peguen al cuerpo.
- Mueve tus manos cuando tú quieras, que no sea algo nervioso.
- Haz transiciones de brazos fluidas y suaves.
- Mantén tus brazos bien colocados siempre, aunque estés solo marcando.
Cuéntame bailarina, ¿cuál es la parte que más te cuesta de los brazos?







